20.12.10

Crystal y psicofármacos

Te habría llamado de no ser porque estaba cansada hasta para seguir existiendo. En realidad fue lo mejor. Lo peor vendría ahora, pero no voy a esperar a que llegue el momento. Lo siento. Te habría escrito una interminable carta de amor explicándote con pelos, tinta, silencio y señales lo que siento, lo que sentía. Pero no me quedan fuerzas. Tengo tu muerte atrapada en mi corazón encogido y tu sangre escurriendo entre mis manos calcinadas. Sólo espero que el sueño me invada y me impida volver, arrancándome la piel como te arranqué yo a ti las entrañas. El asco que me inspiras es directamente proporcional al amor desenfrenado que he almacenado en mi interior y que, por desgracia, no puedo matar. Eso es lo único que no puede morirse, lo único que no se puede olvidar. En mis pesadillas te grito hijo de puta y te abro en canal hasta que tus intestinos me estrangulan y dejo de respirar. Lo sé, lo sabes. Lo lamento. No puedo evitarlo. Ahora sólo puedo imaginarte desarmado, diluido, con el rostro derretido, deshaciéndote, sin huesos, ni carne, ni espíritu. Sólo puedo mirarte desde lejos y cerciorar tu desvanecimiento. Tu halo de luz ha desaparecido. Y ya me da igual, ya me das igual, ya me doy igual. Ahora sólo quiero volver a mi bucle de no-conciencia, vómitos y cicatrices para morirme sola, tranquila. Lentamente. Quiero hacer como que vivo y fingir que sigo aquí.


Crystal Castles, Alice Practice