13.11.10

Hay días grises que sutilmente me susurran que voy a morir. Es sólo porque el rojo de la muerte hace gran contraste con el no-color de la no-atmósfera. Hoy, el cielo blanco a sentenciado mi fin y yo creo que hacía tiempo que no pensaba tanto en no pensar. Él me ha cercado con su cerebro, no sé si para hablar o para besarme. Cualquiera de las dos me sirve, cualquiera que mantenga la masa impenetrable de nubes pálidas que hacen del mundo un lugar más hostil y glorioso al mismo tiempo, algo verdaderamente complicado de conseguir. Hoy, antes de morir, me desnudaría para ti sólo por la necesidad de que alguien admirara mi horrible cuerpo plagado de inimaginables cicatrices. Mi piel y tus ojos, el engranaje perfecto. Querido, ¿te has dado cuenta? Mis ojeras van a juego con tu camisa.