29.7.10

Restos

El gris es el color más triste que conozco. Ni la más insondable oscuridad es capaz de hacerle frente a uno de esos días grises en los que es cielo no es más que un manto impenetrable de nubes anunciando el fin del mundo. Y tengo la vaga impresión de estar perdiendo mi esencia y volviéndome gris. La apatía es el gris de los sentimientos y creo que se ha adueñado finalmente de mi cuerpo. Ya ni siquiera tengo miedo. Mis uñas se han oxidado de tanto fumar y mi espíritu se arrastra sobre el asfalto sin más espera que la de la precipitada muerte o de la metamorfosis inminente. Sigo envidiando las almas blancas de la gente, llenas de vida y rebosantes de propósitos por cumplir y cumplidos, pero yo, sin poder evitarlo, me aferro entonces con más desesperación y locura a mi negrura implacable, decolorándome y volviéndome gris.
Por suerte, llegará el día en que dejes de quererme y mi ceniza volará de vuelta a mis escombros liberando tu renacimiento.