20.7.10

Entrecortado

Finalmente amaneció y parecía que el cielo iba a quemarse al son de su desesperación, calcinando la coraza del mundo y su interior. Finalmente amaneció y sus lágrimas seguían brotando. Había perdido la cabeza. Había sucumbido a la certeza de una nueva mañana anhelando el inminente anochecer. A la sangre que derrama surcando su cuerpo como un inextinguible río de tristeza que acabaría drenando su esperanza. Había sucumbido a la profundidad de su propia inconsciencia. Y el vacío se propagaba tan deprisa como el silencio, amenazando el futuro de su existencia y la solidez de sus entrañas. Se extendía hacia los confines de la Tierra sembrando la incertidumbre de si bebería de nuevo de su boca, de si subsistiría una noche más del roce de su piel. Y entonces llovían rocas como estigmas, llovían recuerdos amargos que hacían estallar presas de agua dejando que el cauce furioso se lo llevara todo. Llegaban las pesadillas, los sueños inconclusos, la realidad no definida. Volvía a obstinarse el orgasmo, reincidiendo en la locura, con el ataúd esperando la salvación que otorga la resurrección. Volvían a fluir las palabras concediendo la liberación de los espíritus cautivos y ajados. Volvía a fluir el tiempo, porque aún quedaba tiempo.
Bésame.