5.1.10

Cuando el absurdo se adhiere al entendimiento.


Cuando el dolor desaparece, algo en mi interior lo busca desesperadamente. Surge de entre mis vísceras la inevitable e imperiosa necesidad de hallar el horror en cada resquicio de la existencia. Y así es como florece de nuevo la angustia. Así es como me ahogo otra vez en mi propia sangre, en los días de lágrimas que me queman las ideas, en los días de silencio que me calcinan el alma. Así es como deseo una y otra vez despojarme de la piel, apagar mi cerebro.
Y vuelve el bucle. Vuelve la apatía. Vuelven las ganas de no despertar, de que se extinga el sol, de no poder oír mi voz. De salir fuera de mi caparazón, lejos de mi cabeza. Pero los días siguen pasando. Sigue lloviendo. Me agotan mis sonrisas cansadas, mis ganas de desviar la vista. El querer cerrar los ojos con fuerza y dejar de ver para olvidar.
Vuelve la espiral. Vuelvo a sólo querer respirar de los demás por olvidarme de lo que pienso.
Quiero volver a fundirme. Contigo. Con el delirio de la materia candente, con el suspiro de los cuerpos sobrantes. Pero en ocasiones creo que necesito echarte todavía más de menos para recordar que lo que en ocasiones más ansío es tenerte cerca. Es escuchar nuestras respiraciones acompasadas a la burbuja de tiempo inmutable y al mismo tiempo arrítmicas a la realidad. Es atravesarte el espíritu al rozarte con la mirada los ojos. Es sentirte. Inyectarte en mí para mermar la vehemencia de la sinrazón al pertenecerte. Para reducir con cada caricia tuya mi cordura. Para desorientar toda posibilidad de lógica aparente y deshilar el hielo que enardece mi sensitividad.
Quiero que me cosas el corazón a las entrañas. Quiero que me esculpas el sabor de tus labios en la boca. Que grabes en mi memoria disonancias como corrientes de agua. Que te alimentes de mi tristeza y mi locura.
Quiero amanecer a tu lado y sentir que todo a nuestro alrededor se desvanece, que nos envuelve el humo. Que puedo seguir viviendo. Que quiero seguir haciéndolo.


Russian Red, Kiss my elbow