20.12.09

Metamorfósis.

Me encanta abrir los ojos y no tener la sensación de querer morirme. Especular sobre perderme entre las sábanas y encontrarte, sin necesidad de imaginarte. Examinarte, grabar con mis manos cada límite de tu cuerpo, quedarme con la esencia de tu alma, con la calma de tu espíritu y respirarte. Amanecer con el roce tu piel...
Entonces el Universo se detiene. Y la música sigue fluyendo.
De repente salir a la calle no se convierte en la peor pesadilla. Sentir el aire frío no significa ir contracorriente, no significa que la vida me arrastra ni que me faltan horas o quizá oxígeno para poder seguir mirando y viendo, o dirigiendo mis pasos sin orientación. No significa que no pueda seguir soñando. El dolor, la pesadumbre, la angustia, la desesperación... Todo se hace más ligero. Lo exprimo, me alimento de ello. Y aún así todo sabe mejor.
Tal vez sólo sea la ebriedad del momento. No lo sé. No me importa. He dejado de pensar, como tantas otras veces. He dejado de pensar para seguir hundiéndome en la espiral de la demencia. O a lo mejor sencillamente sea la cordura lo que aniquila mi cerebro, la ausencia de todo lo demás. El proceso evolutivo sin retroceso. El querer y poder, después de tanto tiempo. Resplandecer, aún estando limitada por la puta oscuridad de siempre. Es volver a los ciclos existenciales. Emerger de los agujeros negros para caer y desvanecerse. Sentir que, pese a que nada tenga sentido, lo entiendo.