12.12.09

La manzana podrida del Edén.


He perdido la capacidad de interactuación entre mis palabras y las propias ideas que rondan o que quizá rodean mi cabeza. Es todo como un veneno que sintetiza el razonamiento y expande la sensibilidad al sentir. Siento cómo la música se distorsiona, cómo resbala mi sangre mientras se pierde con el agua a mis pies. La orientación y la lógica me conducen a la pérdida de conciencia. Se estabiliza el desorden. Resurge el dulce goteo paradójicamente amargo e incesante bajo mi piel, descendiendo por el constante latido de mis huesos, y se desvanece entonces lo imposible, lo que duele, lo que oprime. Es como si fuera acabarse el mundo ahora. Sin nada, sin nadie. Sin presión en las arterias, sin calor en las manos, sin argumentación ni necesidad de motivos. Es como si toda la energía del universo se concentrara en un punto, como si las velocidades del planeta se disgregaran y no existiera la coincidencia de sonidos, como si mi felicidad estallara y me empapara con su esencia cuando encuentro la glorificación en el desequilibrio. Como si la tristeza fuese lo único de lo que pudiéramos alimentarnos, como si el dolor fuera lo único que pudiese tranquilizarme de una forma narcótica y verdaderamente real. Engranajes. Con lágrimas perdidas en alguna fibra de mi cuerpo, o en todas, hilando sensaciones a través de las canciones. Vomitándome. Para volver a engullirme. Y seguir viviendo.


A Silver Mt. Zion, 13 Angels Standing Guard 'Round the Side of Your Bed