7.11.09

Sin nombres.

Creo que llevo demasiado tiempo evadiendo las evidencias, tratando de asimilar la realidad mientras habito en una dimensión totalmente perpendicular. Intentando hacerme entender sin poder siquiera decir una palabra. Y así no. Esa no es la forma para que los demás entiendan. Supongo que el silencio lo único que al final consigue es consumirme. El silencio de los espacios llenos de vacío, rebosantes de nada, repletos de abismos y saturación de los mismos. Será que todavía tengo miedo. Miedo de volver a caer para encontrar lo mismo de siempre. Miedo de volver a equivocarme. De encontrarle de nuevo y de tener que aceptar que nada ha variado, que mis esfuerzos han sido en vano. Sé que necesita ahondar mis heridas para más tarde curarlas. Sé que necesita ahogarme en mi desesperación para hundirse después conmigo y descender a rescatarme. Sé que necesita reflejar en mí todo su desprecio. Sé que en el fondo se esfuerza por quererme. Sé que, en algún recóndito rincón de su alma putrefacta y moribunda, sabe que quiere ser otro. Que quiere seguir siendo sin ser. Conmigo. Sin mí. Sin él. Entonces comprendo que es posible, que quizá tengas razón. Que a lo mejor no he podido arrancármelo de dentro. Que había olvidado que reincidir es parte de mi encanto, o de la falta de él. Que sigo escondiéndome en mi gesto ausente cuando no puedo hacer más que llorar. Que daría cualquier cosa por dejar de imaginar que estás aquí para simplemente encontrarte, para refugiarme en ti sin mendigar tu voz en la distancia. Que no quiero que pase la luz a mi cuarto para que no pueda tallarme la ausencia de sangre en el cuerpo, que quiero dejar que me atrape el viento. Quiero sentir cómo el aire frío agujerea mis entrañas, cómo araña mi piel. Quiero sentir cómo se desintegra mi pensamiento y yo con él.