3.11.09

Indolencias.


Mi vida va quedando reducida a planear momentos para apagarme un poco más. Me dedico a torcer los días, a desintegrarlos, a perderme en lo que me vacía, a olvidar. Me dedico a tejer fines de semana, a pasar horas en blanco ideando mi dosis de irrealidad en exceso. Y todo sigue pasando, todo sigue sucediendo. El progreso en retroceso. Los saltamontes alcanzan mi ventana. Querer morir es demasiado fácil pero morir no es tan sencillo, me dicen. Se desvanecen las nubes a color y se filtran melodías que discrepan con la falsa armonía de mis propios movimientos, la falsa preocupación de sus pensamientos. Continúan las secuencias de las películas. Nada me dice nada. La dimensión monocromática sigue intacta, sigue salpicada de desesperación, empapada en carmesí, hundida en mis silencios. Voy envenenando mis sentidos y sigo sin entender. Segundo a segundo. Estoy perdiendo la cabeza. Estoy perdiendo la lógica de mis actos, de la síntesis del Universo. Nadie vigila mis alas de cerca y pierdo el vuelo también. Desciendo ausente de gravedad otra vez al mismo sitio, al lugar donde no quiero acabar. Y así no es como quiero ver terminar esta historia.