18.11.09

Apática.


Estoy dejando de ser yo. Cansándome de luchar, de retenerme a mí con mi vida detrás. He dejado de contar historias. No encuentro un cielo diferente. Los días arrastran el gris con el que amanecen a lo largo de las horas, y cuando el mundo se oscurece tardo demasiado en perder la conciencia. Me levanto sin fuerzas para caminar, sin interés por seguir respirando. Deslizo mis pasos, descalza, sobre las baldosas para sentir el frío. Me araño la piel presa de la desesperación para sentir el dolor. No tomo ningún calmante legal para que me martillee continuamente la cabeza. Para cerciorar que sigo viva, que no ha ocurrido la parálisis mental que tanto tiempo llevo deseando. Que mi decadencia es pura metafísica, que morirme lentamente y a cada segundo un poco más es sólo cosa del pensamiento. Que no pensar en alzar de nuevo el vuelo es cosa del momento. Que volverán las ganas de vivir según disminuya el maltrato del cuerpo. Cuando vuelva a esconderme del mundo y no de mí en un baño sin espejo, cuando deje de beber o ahogarme en mi propia sangre, o de bañarme en ella. Cuando encuentre cosas que querer hacer y le devuelva a mi locura la incoherencia pertinente. Supongo que esperar es lo que debería hacer ahora, creyendo que si sigo el camino llegaré a algún lugar. La verdad es que no lo sé, ni quiero saberlo. No me importa no dar nunca un paso en firme, no me importa que los demás puedan verlo, ni tampoco no poder corregirlo. Me da igual. Llevo meses sin estar. Llevo meses sin comprender. Sin querer poder hacerlo, por miedo. Sin querer saber hacerlo, por indiferencia. Meses sin responder, sin buscar motivos o señales. Anhelando que, al abrir otra vez los ojos, el color de las nubes haya cambiado. Pero no. El gris sigue intacto. Tan íntegro como tu falta de dignidad. Tan impecable como los glóbulos rojos que empapan mi colchón para apagar tu ausencia. Tan completo como mi vacío. Perfecto, inalterable. Sin sacrificarse más que yo, que sólo me diluyo y me esparzo por el suelo de la habitación. Dramatizando mi sobresaturación. Así sigue. Enteramente entero. Como mi soledad, como los instantes sin hallarte, como los dibujos sin color, como los silencios que abandonan las palabras, como una respiración. Como encontrarte a ti delante de mi cuerpo en el reflejo y a mí sin el aliento que me robas al devolverme la mirada.


Portishead, Over