28.10.09

Otra realidad.

Siento que me hundo. Siento que se crean agujeros negros en mis océanos ficticios y me hundo. Me absorben. Me derrotan. La envidia inconfesable se expande. No es odio. Es la puta envidia, codiciosa y retorcida. Pero pasa a segundo plano. Vuelve la presión en el pecho. El insoportable dolor de cabeza. Las lágrimas. Es la angustia. El hacerme pensar que puedo escapar sabiendo que no es cierto. Y ni siquiera una sobredosis de productos de limpieza depurará mis pecados. Resulta que ahora es el peor momento. Que mis palabras se transforman en cadenas que arañan y asfixian, se convierten en ironías del destino en el que no creo que no debería escupir siendo consciente de que duelen. A mí más que a nadie. Plasmar mis verdades no me extirpa los fantasmas, los demonios, los abismos, o lo que cojones quieran ser. Pero no puedo evitarlo. Tengo que sangrar letras para no olvidarlas. Para intentar entender por qué sufro. Tengo que desvanecerme. Necesito olvidar que la Realidad me atrapa. Necesito olvidar el dolor y las sábanas delatadoras. Joder. Necesito siempre demasiadas cosas. Y la desesperación entorpece mi prosa descarnada. Paraliza mi coherencia quebradiza, detiene el tiempo y retrocede. Entonces me pierdo en el humo, en las horas sin pensar, en los bocetos de una vida que no sé si me atrevo a continuar.


Algo mejor para el final.
Dark Funeral, Goddess of Sodomy