31.10.09

Luna de Hiel.

El sufrimiento de mis palabras se vuelve insulso. Se desgasta. Pero no se desvanece.
Octubre se me va. Ya no volverán los lunes de mitad de otoño hasta el año que viene. No volverá la suerte. Joder. La armonía se me escapa. Y pienso que no puedo más. Pienso en los abrazos sin hallarte, en las pérdidas de conciencia que no sé si después consiguen hacerme sentir mal. Siento que, mientras la calma se me escapa, la apatía vuelve para tomar su lugar. Es irónico que mi vida pueda iluminarse tanto y al mismo tiempo no dejar de caer en picado. Es complicado. Es jodidamente complicado. Y creo ni siquiera querer entenderlo. Me deshago en desvaríos mentales y ya no hablo de felicidad, ni de sexo. No hablo de mí. Regreso al oscuro rincón de mi cerebro donde ni yo misma tengo autoridad para juzgarme. Donde nadie me mira y ni siquiera yo me puedo ver. Regreso al dolor, al puto dolor estancado, esperando una nueva aparición. Regreso sin sentirlo. Regreso porque conozco el camino y en mis planes de huída es el único por el que encuentro la salida. Joder. Quizá siempre ha sido tarde y nunca he sabido darme cuenta. Es posible que nada de esto tenga solución. Es posible que los cínicos en bata blanca tengan razón. Que el corazón latiéndome en los huesos sea motivo por el cual preocuparse, que los trastornos neuronales son razón más que suficiente para deshacerme el hígado a base de fármacos. Quizá sea eso, simplemente eso. Que soy incapaz de sentir por miedo a no encontrar dentro de mí lo que se supone que siento. Que mi vida no es mía. Que se llevó mi puta alma. Que me dejó desnuda, sin aliento y sin piel, sólo con ganas de perder. Con la certeza de seguir perdiendo. Me.