14.10.09

El vaivén de la marea.


Necesito tiempo, pero es imposible. No puedo dejar de perder palabras sobre el papel ni de intentar entender la continua ondulación de mi coherencia. Soy incapaz de oponerme a la prisa, al ritmo vertiginoso que arrasa mi existencia. Y no se me ocurren otras maniobras para escapar, o para al menos intentarlo. No soy compatible con la realidad. Siento que todavía tengo que demostrarme a mí misma que así no perderé la respiración, que no será ahora mi final, que no me hundiré bajo los mares de mi propia sangre, que no me ahogaré, que no quedaré sepultada por el sufrimiento. A fin de cuentas es lo que me hace seguir aquí, lo que me confirma que sigo viva. El dolor, mi morfina. Altibajos sin descanso. Extremoduro ocupa mi humo, mis horas, mis días. Se alterna con melodías de otras dimensiones y me entran ganas de llorar, aunque es posible que sólo sea un sueño. Creo que me echo de menos. Necesito el tiempo que no me doy y que temo darme. Echo de menos sentir la lógica irrebatible de mi locura, echo de menos una voz que apriete mis heridas, un cuerpo que acaricie mis desgarros para hundirlos en mis entrañas y hacerlos desaparecer. Volatizarlos, volatizarme. Reinventarme. Volver a crearme sin cicatrices en el alma, sin surcos en la piel, sin restos de imprudencias. Para dibujarme una sonrisa de las que no pueden borrarse. Para volver sin remordimientos al ácido de los submundos donde comparto alas y dilatado desequilibrio en pozos negros de eterna felicidad.