6.10.09

Eterno Retorno II


No comparto la música que escucho en determinados momentos por el mismo motivo que decido no abrirme en canal para reformar lo defectuoso que calcula mal mis horas. Se me desata el corazón, se me cae de la cabeza entre alaridos de dolor, más suyos que míos, e intenta escapar. Alguien se altera, se alarma, y decide traerme de vuelta a la esfera. Me retiene con los putos clavos de óxido y color caduco, para que no vomite lo que me asfixia y sufra. Porque le gusta. Le pone que lo pase mal, jodidamente mal. Le encanta sentir la electricidad que nos contagiamos con asco y deseo a través de las miradas. Le provoca que todavía revivan los estímulos con el roce furtivo de la piel, con su lengua enterrándose en el laberinto oculto de mi boca. Le excita que desapruebe su propuesta, que le escupa, con o sin metáfora, que le aborrezco. Entonces me dice que necesita ser egoísta, que quiere morderme hasta verme sangrar, que no piense que es algo pasajero. Me dice que et il vous aime comme ne peut se faire en français, que añora mi calor aunque sea frío, que necesita protegerse del otoño bajo mi piel para agravar mi decadencia inagotable. Maldita zorra desagradecida, eso me dice.