6.9.09

Lux Aeterna.

Los días siguen pasando despacio, se me hacen realmente eternos.
No te echo de menos, quizá eso sea lo peor, lo que más añoro, lo que más me hace sentir extraña en la sucesión incesable de segundos, minutos y horas que se convierten finalmente en mi tortura, en la rutina de sentarme en una silla contemplando la pantalla del ordenador, sin saber qué hacer, sin tener ganas de nada, sin necesitarte. Me refugio en las películas, en los libros vacíos de sentido y en la música, que difícilmente ahora consigue emocionarme. No dejo de dar vueltas en la cama e intento convencerme a mí misma de que la única causa sigue siendo el calor. Es posible que llegue el invierno y que aún siga tratando engañarme, es probable que siga intentando convencerme de lo que sé que no es verdad. Y sé que no sirve de nada, que si lo hago es para huir y nunca se me ha dado bien, porque aunque me aleje de todo siempre acabo volviendo al mismo sitio. Pero, a pesar de mis inútiles intentos por engañarme, imagino que las cosas cambiarán, que la pesadumbre se cansará de mi ataraxia sentimental y terminará decidiendo abandonarme. Y me aferro a eso: a las ideas volátiles y efímeras que todavía borbotean en mi cerebro, o en mi estómago, a veces me confundo, esperando a convertirse en algún tipo de realidad conveniente y complementaria a mis mundos ficticios.
Ahora que ya ni puedo ni quiero esconderme en las sombras de tu cuerpo al alba, ahora que no fantaseo con despertar a tu lado, que empiezo a pretender que no fue tuya la piel ni los sueños... Ahora comienzo a recordar olvidarte.