12.9.09

Less.

Me enfrento a una realidad, a la de siempre, a la que todavía no sé si me pertenece.
Hace cuatro meses volví a una ciudad que no me reconoce. He vuelto a un lugar que después de tantos años no sé si me corresponde. Es el mismo lugar de siempre. Una ciudad maldita, donde las historias se escuchan después de haber pasado por los oídos de mucha gente y las vidas se relatan sin aflicción aparente. Es como si las palabras estuvieran predispuestas, como si ya no pudieran hacer sangrar a quien las escupe ocultando su rabia. Y me encuentro vacía del amor que nunca sentí, bajo un cielo tapiado por sombras y vagos destellos, haciendo agujeros en lo que ya viví, en lo que no volverá... Inmiscuyéndome en el coágulo de ideas perdidas, de una despedida tan fugaz como significante. De un recuerdo. Sólo uno, uno sólo. Tú, con tu mirada perdida en mi reflejo moribundo, en mis huesos de arena y mis lágrimas de espuma.
Te perdí entre trastos viejos, en el anochecer. En la memoria. En un suspiro.

En mi oído tu susurro ahogado.

Dímelo otra vez.