1.9.09

En diferido.

No hay manera de expresar con palabras lo que se me retuerce por dentro, silenciado por el continuo bufido del ordenador. Es la ira, como un metal incandescente, arrancándome la piel. Al final siempre me quedan los baños de sal. Me hastía y me repugna sentirme tan patética y continuar actuando y perdiendo el sentido. Pero en el momento justo, en el justo momento, mastico con asco la cólera que me hace prender. Ahora siento que solo necesito que me salpiquen con un bidón de gasolina para arder.
No lo entiende. Ni quiere, ni puede, ni sabe, ni lo pretende, ni le interesa. Y le dejo con la última palabra, porque estoy cansada de intentar hacerle entender. Ya no me apetece hablar, ni solucionar nada.