21.9.09

El túnel de la madriguera.


Despierto cada día sin haber llegado siquiera a cerrar los ojos. No duermo. Es posible que lo que dificultó mi descanso anoche fuera el frío, o el nervio que me latía en las entrañas. O la ausencia de aquel cuerpo que aún recuerdo acurrucado bajo las sábanas. O que imagino. Algo me impide desconectar. Y ahora que sangro, me doy cuenta de la cantidad de adrenalina que necesitaba soltar. Hay vicios que no puedo dejar escapar. Es la puta paradoja de matarse lentamente mientras al mismo tiempo te devuelves la vida.
He dejado de necesitar el amor. Hace tiempo, es posible que mucho, era lo que ilusamente creía que más me llenaba. Lo que más urgía. Pero hace tiempo, estoy segura de que hace demasiado, supe que no. Que inundar una cama de violencia y excitación no necesitaba la medicación del aprecio. Ahora incluso detesto llenar el colchón de intrusos que no llegan a saber de mí más que no tengo prejuicios y que sufro debilidad por los gritos y las mordeduras. Me incomoda que me miren sin querer saber, preguntándose cómo coño salen cicatrices tan horribles en la piel. Al final da lo mismo, no me gusta dar explicaciones. Pero no es así como quiero prolongar la historia. Me conformo con evacuar lo amargo de la soledad, de las lágrimas que no me dejo llorar, de los silencios que ellos no entienden...
Recuerdo el sol áureo entre las nubes y las lágrimas brillantes, bañadas en destellos pajizos, escurriendo por los ojos que más temo mirar. Y la arena blanca de la playa... Han pasado varios meses y, ahora que legalmente han concluido, todavía sigo pensando que necesito vacaciones. Necesito regresar a la infancia que perdí en alguna cala de Asturias, o en alguno de sus pastos verdes. Necesito salir de esta ciudad que no ha sabido recibirme tras años de ausencia. Sigo preguntándome si es este el lugar... Necesito el mar de otoño, mi respiración arañando los acantilados, el rugir de las olas, el agua gélida en mis pies...
Pienso en Mozart y su Réquiem, pero creo que no es lo más acertado para este momento.
La Lucha Infinita.
Me dejo caer. Me desplomo sobre el polvo de la memoria, dejando de rescatar recuerdos para hundirme en ellos.
Gustavo Santaolalla, Babel