9.9.09

Derivado del Caos.

Hablas sólo en mi cabeza.

Entre apatía y surrealista realidad puedo sentir cómo mi cerebro se deshace. Puedo sentir cómo pierdo el sentido en cada verso, cómo deformo la música a cada palabra, cómo destruyo el tiempo mientras los segundos pasan y tú ya me has dejado de mirar. Hablas sobre las flores muertas y sobre la luz que deja de brillar, del hundimiento de mi pensamiento en el mar. Hablas continuamente sobre mi aversión inexistente para que me detestes tanto o más de lo que yo ansío odiarte e indagas en lo acuoso de mis entrañas para esconder allí mi licuación, para que pase desapercibida bajo tu inspección de lagunas emocionales.

Resuena en cada rincón aquella voz... Ya ni me pregunto de dónde procede, o a quién le pertenece. Estoy, soy, estoy siendo, soy estando. Sin existencia. No puedo contestar. Pierdo las palabras que no consigo formular en el silencio, o en el humo, o en algo que no logro descifrar. Y la verdad es que no importa, porque es mejor así, que ni yo misma quiero escucharme. Ni tampoco quiero que me vea nadie. Quiero desaparecer en una voluta de oscuridad, en los duplicados mentales de paredes blancas y vistas desorbitadas, o desorbitantes.
Bitodo.
La exaltación me recorre biológicamente por dentro. El sinsentido de la adrenalina va fluyendo por mi interior; sin pensar nada de ti, ni de mí, con los inconvenientes fundidos en el bisturí, del polvo ponzoñoso que absorbo con ironía y rebosante de grata felicidad. Respiro colmada de gloria y puedo sentir el cristal proyectándose en mis ojos bicolor, en mis bipolares razonamientos, en la bitácora de mi lógica reiterada e imposible. Hay momentos en los que la vida se vuelve insoportable... Él se la fuma, yo la inhalo. Porque soy feliz así, revuelta en mis mares del olvido perdurable, sumergida en el fuego de los recuerdos imborrables, perdida en la ausencia de coherencia, en lo bizarro y las risas de la alucinación, en lo inconcebible de las dimensiones que los demás no comprenden, en los cánones bíblicos y en la bifocalidad del Apocalipsis. Me vuelvo elipsis, espirales, laberintos. Me evaporo en la imposibilidad del ser, en la explosión del sentir, presa de mi materia caduca y limitante, de mi cuerpo provisional, de mi cáscara efímera e inservible.
Sonrío.
Fundida en el color.
En la carencia de inquietudes.

Le doy la bienvenida a la locura