3.8.09

Sunshine.

Me limito a evitar pensar por temor a que mi propia poca cordura me escuche y se rebele contra mi frágil dominio de la realidad, trastornada. Y es que se repiten las escenas, las palabras y los sentimientos que me molesté en coleccionar y envasar, pretendiendo olvidar, lejos de mi alcance. Pero al final sucede. Todo vuelve, como si la espuma de ese mar en llamas que lleva años persiguiéndome quisiera que todo lo que ahora no necesito me pertenezca. Y las corrientes de agua negra oscilan mis desvaríos mientras yo me acuno en la soledad de mi desequilibrio, fundiéndome con las sombras, con el silencio, en las perpetuas historias que se repiten incesablemente.

Existo allí cuando las lagrimas se me disipan en las manos, en las otras dimensiones, en sus cuerpos inertes, en la gravedad invertida. El retroceso del avance me atrapa, me reclutan mis cadenas sangrantes a la realidad y él espera, aún queriendo resguardarme de mi idónea tempestad. Y yo le sueño en espirales rebosándome el interior con su totalidad, su integridad, su espíritu, su esencia, su éxtasis, su... Todo. Le imagino derritiéndose, deshaciéndonos en la alteración de la autenticidad. El clímax invade en mi interior. Entonces cierro los ojos ausente de voluntad y acaricio la fugacidad de mi delirante alucinación.

Distorsiono mi cerebro, duplico mi paralelismo. Estoy cansada de necesitar esconderme para ser feliz. No puedo, ni sé, ni quiero seguir huyendo.