5.8.09

Nada.

Existen halos de luz donde la desesperación culmina, donde los recuerdos se emborronan y distorsionan la entidad de lo que fueron. Y mientras yo me aferro a lo que aún se me antoja real, aunque puede que no lo sea. Hay momentos en los que mis dimensiones colisionan, dejando mi acuosa libertad al borde del precipicio.

Me doblego ante el cataclismo inminente, asumo que no importa hacia dónde me dirija si no sé ni me atrevo a preguntarme dónde quiero estar realmente. Realmente he perdido la cabeza. Sólo busco palabras que amenicen mi asolación cuando yo aún contemplo las corrientes de agua devastando con vehemencia mi ficticia templanza. Me obstino e ideo la manera menos correcta y más acertada para conseguir que los destellos no desaparezcan. Escribo sin emoción, dejando mi vida adherida a la tinta, a la sangre, desgastando mi cuerpo por dentro, ausente de consolación o creencias.

Lo pierdo todo, en mi vacío, extasiándome en las tardes de invierno convencional. Pienso en mí y en lo que todavía se me desvanece. Pienso en lo que ya nunca vuelve, en sus efluvios, en el arrepentimiento, en las estrellas perdidas, en lo que los demás no saben, en lo que no puede entender nadie, en los silencios, en las largas horas de madrugada, en las luces de colores, en eternizar instantes, en las sensaciones fugaces, en las voces olvidadas, en lo efímero y lo inexistente, en las canciones en inglés, en la deformidad del clímax, en las pupilas dilatadas, en lo que no quiero decirte, en su sombrero de copa y su fiesta del té, en la explosión de acuarelas en mis manos, en la esencia de las cosas, en las sonrisas tristes que nadie ve, en las hojas del otoño, en pintauñas de colores imposibles, en el maquillaje de los ojos, en los libros que me llenan y las películas que hacen llorar, en los cigarros que me deshabitan y su paz, en las bombillas de navidad, en las lámparas de lava, en escribir, cantar, dibujar, modificar, en el café con azúcar, en las mañanas grises, en los detalles importantes, en velas aromáticas, en caminar bajo la lluvia, en cerrar los ojos, en el sol de diciembre, en aprender, en equivocarme y rectificar, en el mar y el contacto frío de la espuma por la noche, en el romper de las olas, en el fuego, en libélulas y mariposas, en lo que me hace saber quien soy y entender porqué sufro.

Pienso en bisontes y ángeles, en el secreto de los pigmentos perdurables, en los sonetos proféticos, en el refugio del arte. En el final de las historias dolorosas e inacabadas.