25.8.09

El Ello Esquizode.

En la carencia de inquietudes, mi mejor resolución es, no inventarlas, pero sí reclamarlas. Me escondo para torturarme en mis rincones, buscando todas las otras yo almacenadas en la monomanía de mi esquizoide materia gris. Me disecciono. Me retuerzo sobre mí misma como la sangre que surca mis brazos. El dolor, intermitente y posiblemente ficticio, engendra el vicio. La corrupción propaga el delirio, la consumición de las esporas sobre la lúgubre inquietud de ausente gravedad, el naufragio de mis pupilas. Se me deshace la apariencia en hebras de locura y humo. Un tirante sugerente se desliza por mi hombro mientras me miras, mientras contemplas como me destruyo, sabiendo lo que hago. Me escondo para escapar de las insinuaciones de la cordura y sus falsas expectativas de lúcida, pero verdaderamente disminuida, realidad.