28.11.10

No quiero pensar los domingos, pero es imposible. Intento evitar la música triste en mañanas de desesperación y sol que hielan las manos, pero no lo consigo. Me rindo. Trato de concentrarme en el aire viciado que deshace mi habitación mientras suena nuestra canción. El dies irae se repite en mi cabeza y el agujero negro reaparece en el centro de mi alma. Las llamas alcanzan mi cuerpo y ya no me queda materia para acariciarte. Estoy ardiendo y pienso en los últimos besos, en mis labios mordidos y en tu lengua de humo, sin ángeles que velen los sueños, ni bisontes. Pienso en el tiempo y en cómo arden los recuerdos. En cómo arde mi piel con la soledad susurrándome el desvelo de las noches de camas vacías y sábanas sin poner. Desnuda. Congelándome de amor muerto y cristales rotos.