17.10.10

De inconsciente trascendencia

Los nervios me erizan las entrañas. Me entra la decadencia como una daga afilada y ardiendo a través de la carne y la piel y me llega a los huesos rompiéndome los esquemas, pudriéndome las ideas. Hay veces que la desvergonzada longitud de los días me angustia, veces en que la insolente amplitud de las horas me devora. Me marchita la inestabilidad de las estaciones, la soledad y pensar. No es que tenga miedo, pero hay momentos en los que no puedo más. Supongo que sólo es que merecemos todo lo que padecemos, que todavía no puedo redimirme de mi estupidez. Pero entonces aparece esa sonrisa, tu jodida sonrisa como un demonio redentor enmendando mis propios errores y alejándome de mi escarnecedora conciencia. Si no me equivoco, estoy demencialmente enamorada de ti desde hace mucho tiempo. No vas a creértelo, pero en otra vida estoy segura de haberte cortado la cabeza.