12.7.10

Ya no hablo de ti. Ni siquiera pronuncio tu nombre ni hago mención a tu existencia. Es como si la continuidad de la vida hubiera devorado mi pasado. Es como si nunca hubieras estado ahí, como si tu ponzoña nunca me hubiera quemado la piel ni me hubiera envenenado hasta la médula. Es como si todo el dolor fuera un eco de lo que mis recuerdos aseguran que sucedió sin poder tener yo ahora la certeza para afirmarlo. Y siento como un vacío llena de pronto mi espíritu al haber encadenado tanta esperanza a la libertad que me arrebataste. Y ni siquiera puedo odiarte. No puedo tampoco llorar o pensar con claridad. Un coágulo de tu esencia está creciendo en mi inconsciencia matándome lentamente sin que pueda darme cuenta cada día un poco más.