14.9.09

Soplos de viento.


No puedo asegurar, ni a mí ni a nadie, que vaya a olvidar. De hecho no quiero, y dudo poder llegar a hacerlo. Y además siempre me hablan de ti y acabo con tus memorias en la boca. Por unas cosas o por otras, todo concluye con tu nombre. Es surrealista y al mismo tiempo imposible. Pero siempre sucede. ¿Quién abandona los recuerdos así?
Sin lógica, ni rima, ni nada. Apareces y desapareces, en el incansable anhelo de mi cuerpo, en la añoranza de mi piel... Maldito sea el momento en que te creí, o en que me empeñé en creerte, o en que pensé que podría creerte o que, ingenuamente, te creía. No es lo mismo que quererte.
En realidad nunca te he creído. Y por más que respiraras en mi cuello, no he evocado más felicidad que la fugaz. Lo momentáneo. El dulce sabor de lo prohibido, del caos. Pero no más. Porque en el fondo, desde el principio, sabía que acabaría mal. Y ahora es cuando me gustaría compartir contigo canciones que nunca entenderás, tardes de lluvia intermitente y luces perdidas en el atardecer. El olor a mojado en la hierba, las sonrisas empapadas de mi llover inesperado e impotente, mi rabia y la incomprensión de siempre. Pero no estás, ni pretendo que aparezcas.
Pasará el tiempo. Nadarán soplos de viento con los que las heridas sanarán, o desaparecerán bajo el polvo de la indiferencia.

“que mi almohada está llena de cuando no estabas,
de canciones que nunca cantabas,
de todo, de nada, de besos de esos que nunca me dabas,
y de un tiempo a esta parte decido soñarte”