18.9.08

40.

Ahora siempre hablo de decir adiós. De tener las manos frías. De reír por no llorar. De no tener ganas hablar. De necesitar gritarte que te quiero sin siquiera saber querer o poder hacerlo. No sé. Será la falta de aliento que me incita a anhelar los viejos sueños, los sueños rotos, y a beber de ti. A perseguir las ilusiones perdidas. A olvidar. Pero no quiero, no puedo. No sé. Y es que ya sólo deseo odiarte y creer amarte sin llegar a hacerlo. Creer alcanzarte, creer que es tu piel la que vuela conmigo y entra y sale de mí. Deseo sólo convertirme en cenizas para renacer una y otra vez, continuamente. Deseo respirar de ti, morir a tu lado y vivir alrededor de ti. Ser tu luz.
Pero se funde.