25.4.09

Anhedonia.

Gris, tramando caminos que no conozco hacia destinos inexistentes. Gris y soledad, en noches que se extienden y existen en la nada, sin horas ni verdad.
Hace tiempo que dejé de pagar el alquiler a la cordura condensada y cárdena de mis neuronas, así que rompí sin preocuparme la barrera del infinito y me arrojé al vacío sin pensar. No he tocado fondo. Me he hundido en el suelo, húmedo y doloroso, ensangrentada de verdades sin contar, pero no ha llegado ningún fin. Ha fluido la incoherencia hilada a mi sentir, pero no se acaba. Se expande, como el humo revelando historias en el aire.
Hay pensamientos que parecen descomponerse, disiparse o derretirse de sólo pensarlos. Los rozo con una palabra muda, sin querer despertar el temor, pero me encuentro con que el alma acongojada siempre termina huyendo. Entonces me quedo con los labios a medio probar, con sus brazos cerca del corazón nervioso y ausente y todo lo que aún puede hacerme palpitar.
Desafío a la existencia, acudiendo a la llamada de la irrealidad, en mareas suicidas y salados vómitos blancos.
Y espero. Espero y sueño el regreso incierto mientras la certeza me araña la garganta.