11.1.11

Azul en escala de grises

Probablemente existan las palabras adecuadas para explicarlo, pero no las encuentro. Me despellejo el alma. Intento despedirme, pero nunca he sabido hacerlo. Ni siquiera he conseguido morirme todavía. Imagina una solitaria luciérnaga en un bote. Imagínala encerrada, con una connotación mucho más impuesta que "atrapada"; desfalleciendo, perdiendo la intensidad y finalmente la luz. Su belleza se extingue y se vuelve un burdo insecto rezumando muerte. Es ése el sabor del que te hablo. Te hablo de la negrura pútrida y nauseabunda que se ha instalado en mi corazón. Te hablo del pozo en el que me hundo, viscoso y mugriento, que es mi cerebro. De mirarse sin verse. Es como dibujar bucólicos paisajes con acuarela y diluir los colores con demasiada agua., no sé si me entiendes. Se trata sólo de eso, de fundirse, de difuminarse, de perderse. De enredarse con uno mismo y carecer de nitidez rebosando de absoluta e incontrolable demencia. Todo esto sucede mientras me observo sumiéndome en la locura más devastadora y triste que jamás había sentido. Quiero sacarme los ojos, astillados y enrojecidos de la rabia, la incoherencia, la impotencia, la soledad. Me enfundo en mis máscaras cada mañana y me oculto tras el humo de la desesperación. Apática, tenue, gris. Ensangrentada y sangrante.