24.6.09

Inapetencia corpórea.

Una imagen superpuesta en el espejo, entre las nubes, polvo secreto y dispersión de latidos. Enumeración, duplicación. Se contempla, sin algo más que piel sobre su cuerpo denigrante y ausente de voluntad, preso de nuevos placeres, se alza y se entrega a unas letras que gritan y entorpecen el pensar. Desenfoque.
No habitaba el humo, ni sus formas, ni sus sombras. Pero el veneno alcanzó su deformidad y se difuminó su existencia plegada. Le trastoca la mirada en perspectiva anaranjada de las palabras que teóricamente no deberían llegar a sus ojos y que, hundidas en las malas costumbres, en la práctica se equivocan. Se liberan y le alcanzan para adherirse a él como boas constrictor, extirpándole el aire y abandonándole a la intemperie, a la demencia, a solas con su indiferencia.
Es ilusoriamente real.
El análisis crítico, rebosante de estómagos encogidos y náuseas, sobre la superficie impermeable. Los tópicos, los idealismos, los cuentos de hadas, las princesas como ángeles caídos arrastradas por un príncipe sin sentido, nitidez o camino. Que su mundo en blanco y negro no va a cambiar, atrapado por unas siglas y la música, el beat, suave y continuo, drumm and bass, drumm and bass, la saciedad y largas horas hasta el siguiente despertar.
El ayer es siempre antes. Antes. No existe el ayer. Y la nieve no la escupe el cielo, él la absorbe, la inhala y atraviesa sus escondidos laberintos.